viernes, 29 de abril de 2011

Llegamos a la costa del golfo de México

Nos fuimos de México DF por la carretera libre, de pueblo en pueblo, disfrutando del aire puro y del paisaje.
 
Llegamos al puerto de Veracruz con un clima muy húmedo, allí nos esperaba nuestro amigo Yunuen que nos prestaría su casita de verano para pasar unos días.
El puerto de Veracruz tiene mucha historia; fue la puerta de los españoles a los tesoros de Nueva España. Allí llegó Hernán Cortes y sus hombres en 1519  antes de iniciar la conquista de los aztecas. Hoy en días es un puerto muy transitado, se encuentran las refinerías de petróleo más grandes de México.
La primer semana descansamos. Veníamos muy agotados de la ciudad de México, necesitábamos dormir. También aprovechamos para averiguar donde podíamos vender algunos libros sin que los inspectores nos digan nada.
Conocimos a Ariadna, que trabaja en turismo en Boca del Río, un pueblito a 10 kilómetros del centro de Veracruz. Con toda la buena onda nos consiguió permiso para poner el auto en el centro. Era la primera vez que nos poníamos a vender en la calle. Nos hicimos amigos de varios vendedores que enseguida nos consiguieron el mejor lugar para estacionar el auto, un lugar privilegiado en el centro de Boca del Río. Todas las tardes charlamos con cientos de personas que se acercaban a saludarnos.
La segunda semana la pasamos increíble con la compañía de Yunuen, Ivonne y Marifer. De a poco se fue fortaleciendo un linda amistad que quedará en nuestros corazones para siempre.
A Yunuen lo conocimos en el evento del Club Renault Guadalajara, el es poseedor de dos Renault 12 impecables. Junto a su familia nos acompañaron a más cinco eventos que se hicieron en el DF. Aprovechando las vacaciones y Semana Santa se vinieron a compartir unos días con nosotros.
El primer paseo con los chicos fue a la fortaleza de San Juan de Ulúa que durante la dictadura de Porfirio Díaz era una famosa prisión de alta seguridad en la que se encerraban a los presos políticos. Esta fortaleza tiene unos 500 años. Antes de ser una cárcel, la fortaleza era una pequeña cuidad con mercados, hospital y todo lo necesario para la subsistencia cuando llegaban los españoles combatientes sangrentados.
 
También nos llevaron a conocer las ruinas de Tajín, escondidas entre la vegetación tropical. Era el enorme centro político y religioso de la civilización Totonaca.
En la zona baja de la ciudad, los edificios se utilizaban con fines religiosos y ceremoniales. Lo que mas nos impactó fue la pirámide de los nichos, con 365 nichos cuadrados, uno para cada día del año. El juego de la pelota fue muy importante en la vida de esta civilización.
Luego de dos horas de caminata dentro de las ruinas, con mas de 30 grados de calor y con muy poca agua en las botellas y casi hirviendo, encontramos una zona de mercadeo. Allí estaban varias mujeres indígenas vendiendo jugos naturales de frutas del lugar. Pasamos una tarde muy amena con nuestros amigos.
En Papantla muy cerca de las ruinas de Tajín se practica hace cientos de años la danza de los Voladores de Papantla. Participan 5 hombres vestidos con extravagantes  trajes de pájaros. Cuatro de ellos, cada uno de los cuales representa un punto cardinal, se atan una cuerda a una de las piernas y se lanzan de espaldas desde el extremo de un poste de 32 metros de altura. Los voladores giran lentamente alrededor del poste a medida que la cuerda se desenrolla, hasta que se posan con suavidad en el suelo. Mientras tanto el quinto hombre baila en lo alto y hace sonar una flauta de caña y un pequeño tambor.
En sus orígenes esta danza era un ritual precolombino relacionado con el culto a los dioses de la fertilidad. Hoy en día es un medio para ganarse la vida.

 
Todos nos recomendaron probar las glorias e ir al café de La Parroquia.

Nuestro amigo Juanito, propietario de un puesto ambulante de glorias, una bebida típica de Veracruz con banana, hielo, jugo de grosellas, leche condensada, leche clavel y canela; nos obsequió una, preparada con toda su dedicación. 

 
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El Gran Café de la Parroquia tiene 202 años al servicio de sus clientes. No podíamos dejar de tomar su típico “lechero”. El camarero sirve un vaso de fuerte café negro, luego golpeando el vaso con la cucharita, se llama al “lechero”, que llega con una jarra llena de leche humeante.
Como siempre en este viaje nos toca despedirnos de los amigos. Fueron días divertidos y con aprendizaje que nuca vamos a olvidar. Yunuen, Ivonne y la pequeña Marifer nos brindaron todo su cariño con mucha sencillez y espontaneidad.
Que bueno que un día decidimos salir a viajar!!!!!!!!!

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