jueves, 20 de octubre de 2011

VENEZUELA, Y SU CALIDA GENTE

Entramos a Venezuela con solo media hora  para hacer los papeles antes de que cierre la frontera.Desde Migraciones hasta la Aduana solo quedan unos 5 kilómetros. Los manejamos a todo lo que daba la 12, parecía una carrera de eslalon, esquivando cráteres y viejos coches norteamericanos de los años 70, con 8 cilindros,que parecían sacados de un desarmadero, Todos despintados y golpeados, en algunos no había un pedazo de chapa para abollar.

Al llegar a la frontera nos informan que Venezuela tenia media hora más que el vecino país, y que las oficinas ya estaban cerradas.

Por suerte no estábamos solos, con la compañía de Gema y Diego era más seguro si teníamos que pasar la noche ahí. Esta no era la mejor opción y más habiendo escuchado tantas cosas feas de la inseguridad de Venezuela. El policía de Aduanas llamó a la persona encargada de los trámites para que nos hiciera la entrada al país.  Éste, después de un rato y al fina de unas cuantas llamadas por teléfono a su jefe, nos firmó los papeles.

Ya estábamos dentro de Venezuela. Eran las siete de la tarde y con una noche muy oscura, nos preguntábamos: ”donde nos metemos en una ciudad de frontera, de luces tenues y algún que otro rancho disperso a los costados de las calles poseadas?”

No teníamos los 150 bolívares necesarios para pagar el único hotel que existía en el pueblo. Le preguntamos si nos dejaban dormir en el estacionamiento, pero no fue posible.

Nos habían advertido que era muy peligrosa la ruta que une la frontera Maracay con la ciudad de Maracaibo, por el estado calamitoso del pavimento, el tráfico de camiones de todos los portes que recorren los caminos a todo lo que dan sus v8 y el altísimos contrabando de combustible, comida, gente y todo lo que uno se puede imaginar.

Acá estábamos los cuatros, deliberando que hacer. En eso el dueño del hotel nos dijo que preguntáramos por María, dueña de un estacionamiento para camiones, que estaba a unos pasos del lugar.

Le preguntamos a María si podíamos pasar la noche y nos respondió: “por supuesto, son bienvenidos”. Hasta ducha teníamos 

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Después de unos cuantos kilómetros de carretera en mal estado vimos el primer cartel de: “prepare su cuota, peaje a 1km”, se nos hizo un nudo en el estómago al recordar los peajes de Colombia que son excesivamente caros. Pero nos encontramos con una magnifica resolución por parte del gobierno de Chaves, de no cobrar peajes a los vehículos livianos. Fue muy divertido pasar a cincuenta km por hora por una ventanilla de peajes. La primera vez en 90.000 km. Desde aquí las rutas levemente empezaron a mejorar.

Llegando a Maracaibo tuvimos otra buena noticia al momento de cargar gasolina. Todos nos comentaban que con un dólar llenábamos el tanque, pero como siempre la gente exagera un poco y no estábamos seguro de que fuera verdad. Hacia uno cuantos meses que no podíamos llenar el tanque y con nuestros ojos comprobamos que con 3.41 bolívares cargamos 35 litros de combustible (aquí en Venezuela se manejan dos mercados de cambio de dinero: el oficial que equivale 1 dólar a 4.,3 bolívares y en el mercado negro: 1 dólar= entre 7.5 y 9 bolívares).

Era verdad que llenábamos el tanque con casi un dólar. En cambio 4 litros de agua cuesta 20 bolívares y la comida en general es mas cara que en Canadá.

En Maracaibo nos recibió Nilson y su familia, quienes nos introdujeron a la vida venezolana y nos contaron un poco de la realidad del país. Cambiamos mucho nuestra forma de pensar por lo que habíamos escuchado desde afuera.

Después de Maracaibo salimos solos hacia Coro. Los chicos se quedaron otro día mas en la casa de la familia.

Nosotros cada vez aguantamos menos los congestionados tráficos y el excesivo calor de las ciudades grandes. Buscando un lugar donde dormir, nos estacionamos cerca de la playa en La Vela, un pequeño pueblito donde conocimos a Richard, Haidee y sus hijas. Una hermosa familia que nos invitó a su casa a pasar la noche porque vieron que ese lugar era muy peligroso. Nos cocinaron un rico chivito guisado y las niñas nos prestaron su habitación con aire acondicionado. Que mas se puede pedir.

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Que bien nos recibió la gente en Venezuela!!!!!

Al día siguiente salimos para Chicheriviche, Todos los venezolanos nos habían hablado muy bien de esta playa, pero al llegar nos desilusionamos un poco al ver tanta pobreza y todo muy sucio. Como era final de temporada había mucha gente pero el ambiente no era muy tranquilo, mucho alcohol y música que salía de las exageradas bocinas o parlantes de los autos. Fue casi imposible conseguir un lugar donde dormir en el auto hasta que convencimos al vigilante de un estacionamiento que nos diera un lugarcito en su predio.

Teníamos muchas expectativas de vender algunos libros aquí en la playa, pero fue la primera vez en todo el viaje que nadie se acercó a conversar. Sin pensarlo a la mañana siguiente salimos para Barquisimeto, donde conocimos a un señor en la calle que nos ofreció dormir en el taller de su tío. Allí conocimos una gran familia que nos recibió con mucho cariño. Enseguida nos trajeron un “pepito”, un sándwich típico de Venezuela, llamaron a un primo para conseguirnos el aceite gratis para cambiarle al auto y lo mas lindo nos integraron rápidamente a su familia. Su fuera por ellos nos quedábamos un año, pero queríamos llegar a Mérida, en la Cordillera de los Andes, donde nos esperaba un clima mas frío.

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Llegamos a Mérida por un camino muy lindo, atravesando la Cordillera de los Andes. Aquí nos encontramos con un país diferente, muy limpio y ordenado, con casas muy lindas y lo más importante para nosotros, un clima frío donde podíamos dormir tapados a la noche.

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Los bomberos de Mérida, muy amablemente, nos dieron un lugarcito en el destacamento para pasar la noche. Compartimos con ellos anécdotas del viaje y les mostramos algunas fotos.

Regresamos a Barquisimeto y nos encontramos con David y su gran familia. El es poseedor de un Renault 12 y hace un tiempo que nos escribía y nos quería conocer.  Pasamos 5 días en su casa compartiendo con toda la familia. Nos vino muy bien para descansar. También Sami aprovecho a hacerse los estudios médicos para ver como esta el bebe.  Todo salió muy bien.

Nos fuimos contentos de esta ciudad porque la gente es muy amable y algo diferente al resto de Venezuela.

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Gracias amigos por abrirnos las puertas de su casa. Lo pasamos hermoso.

De allí salimos para Puerto Ordaz. Todos nos habían comentado del mal estado de las carreteras y fue así como lo comprobamos. Fueron más de 1300 km de posos y mas posos.

Luego al entrar a la gran Sabana todo cambió. Parecía que habíamos entrado en otra dimensión. Las carreteras se convirtieron en hermosos asfaltos con unas vistas increíbles. Es un lugar recomendable para visitar y dedicarle mas tiempo con dinero, porque hay muchos tours costosos pero muy lindos. Nos quedamos con muchas ganas de visitar el Salto del Angel, la cascada mas alta del mundo. con sus casi mil metros de altura. Será en otro viaje.

Aquí en Venezuela se nos hizo bastante difícil vivir. Aunque la gasolina estaba muy barata lo que nos encarecía el presupuesto era la comida.  Teníamos 600 dólares que guardamos en Cartagena, luego de la venta de varios libros; pero estaban destinados al paso del Rio Amazonas. Aquí nos costó mucho vender un libro y tratábamos de no gastar en nada.

El ultimo día con veinte bolívares en la mano teníamos que hacer maravillas. Pero por suerte al parar en la gasolinera un gendarme que cuida de la misma, se interesó mucho por el viaje y nos cooperó con la compra de un libro.

Con ese dinero pudimos comer ese día y cargar gasolina para poder circular unos cuantos kilómetros dentro de Brasil.

Lo loco fue que gastamos 9 dólares en comida: (4 pancitos, 2 tomates, 1 ajo puerro, 2 zanahorias, 1 cebolla, 2 papas y medio kilo de osobuco) y en 65 litros de gasolina: 5,5 bolívares ( 0.65 centavos de dólares).

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Ahora tenemos todas las expectativas puestas en Brasil.

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